La casa llevaba cerrada muchos años y su antigua inquilina, la señora Rosalía personaje sacado de nuestra imaginación, forma práctica de llamar al espíritu que nos acompaña, parece que no la cuido mucho así que bueno manos a la obra cogimos nuestra libreta y fuimos apuntando todo lo que le haría falta cambiar o arreglar: empezamos por una limpieza profunda, os cuento que una tela de araña llegaba desde el W.C. hasta la bañera, el cuarto de baño era realmente asqueroso, pero lo pintamos todo, incluido los azulejos, arrancamos literalmente el bidé, tiramos una cortinas de encaje de plástico horrorosas,… desinfección total, mucha lejía, y sobre todo agua fuerte. Necesitamos poner una cuña a la puerta de entrada porque el piso esta vencido para dentro y la puerta de la calle se había descolgado. En lo que se supondría que era la cocina no había nada, todo estaba arrancado, así que hicimos un pequeño espacio para nuestra ketel, nuestros tés y piquilabis varios, pintamos todas las ventanas de madera y pusimos cristales nuevos porque la mayoría de ellos estaban rotos, les pintamos unas florecillas en el suelo para decorarlo y camuflar una manchas horribles. Necesitó tres manos de pintura blanca… y ¡voilà! Ya tenemos un estudio precioso y perfecto, si no fuera por las ventanas que en invierno entra un frío infinito para morir, no importa, tenemos mantas y guantes.
Creo que después de todo tenemos mucha suerte de tener un espacio donde poder crear, dibujar, fotografiar, comer, reír mucho muchísimo, y disfrutar de los momentos que nos ofrece la vida.