Post – Noviembre 2020
Bueno pues aquí os cuento un poco ¿a qué huele un dibujo? y el por qué de este grito de guerra.
Porque hay dos cosas que siempre han estado asociadas a mí: el dibujo y las flores naturales.
Cuando me siento mal me encanta comprar flores y tenerlas cerca, y cuando me siento bien me encanta comprar flores y tenerlas cerca.
Llevaba mucho tiempo con esos dos conceptos por separado aunque si os fijáis en casi todas mis obras siempre hay flores o alguna rama que sale de algún sitio inesperado.
He observado durante mucho tiempo las flores, tanto su belleza como su anatomía, como me transforman sus olores, me encanta entrar en una floristería con ese revoltijo de esencias que a veces me saturan la nariz de tanto olor; cuando paseo por el campo, me sorprende ver una flor en medio de la nada, pero ahí esta ella, tan fuerte, tan frágil a la vez; o incluso cuando voy a mi playa, Carchuna, en primavera ves como se llena de margaritas y amapolas,… Cuando no estas mirando el paisaje y de pronto tu nariz se embriaga de un olor maravilloso que hace que prestes atención a lo que estas viendo. Eso hacen las flores, desprenden olor para que las observes. Es su ritual de coqueteo, que conmigo funciona.







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Mi abuela Avelina me enseño desde muy pequeña como había que cuidar y mimar a las flores, como había que quitarles las hojas mustias para que siempre se vieran bonitas, regarlas sin ahogarlas o hablarles mientras estas con ellas, así me enseñó mi abuela amar a las flores.
Cuando viajo siempre llevo mi cámara, hago fotos a esos árboles tan impresionantes que me encuentro, árboles majestuosos, con una altura que te impresiona, que me hacen doblar la cabeza, arboles secos de vejez pero que reflejan lo que fueron, son maravillosos, o los árboles pequeños e indefensos, o los que les toca vivir en algún sitio que no es el más adecuado pero ahí están, creciendo,… en fin ahí estamos la naturaleza y yo.
Y bueno llevaba mucho tiempo con la idea de poder fusionar estos dos grandes amores y al final en la primavera de 2020, esa primavera tan extraña, podíamos ver por redes o televisión la explosión que nuestro planeta, nuestro encierro dejó a la naturaleza ser ella misma.
Era alucinante ver que en cualquier ciudad, en el mismo centro, se podían ver animales sueltos y todo lleno de verdor, los océanos y mares con miles de peces, animales de la montaña que bajaban al mar a pasear, a correr por la arena “que hermosura” y así empezó todo, con un encierro humano y una explosión de la naturaleza.
Dando vueltas como podría poner flores y ramas en mis cuadros se me ocurrió la idea de fusionar en una obra todo la pintura, las aplicaciones de tejido que tanto me gustan y por fin la naturaleza viva, ¿os imagináis una obra en la que veis cómo va pasando el tiempo poco a poco y las flores se van marchitando y cambiando de color?,… son como nosotros, pero ellas más bellas y envejecen más rápido, pero el tiempo que están son perfectas ¿te imaginas ver una obra y que huela a campo, a montaña? Puedes cerrar los ojos y pensar que estás en la montaña rodeado de naturaleza, pues eso es lo que pretendo con mis obras, que te transporten a donde tú quieras ir, y que por unos segundos te olvides de todo, tan sólo pretendo que tengas una sonrisa en la boca y una onza de chocolate en la mano, que seas feliz.